Además de destacar en la danza africana, Luna bailarina, docente, gestora cultural e impulsora de encuentros entre artistas
Tomado de : Maribel Sánchez | Diario de Xalapa
Con 36 años de edad, la veracruzana Pupa Luna ha logrado destacar nacional e internacionalmente en el área de la danza africana y afrocubana, como bailarina, docente, gestora cultural e impulsora de un movimiento que promueve el encuentro entre artistas a través de festivales y talleres, así como seminarios “donde se habla de lo bonito que es el arte, pero también, de las problemáticas en el medio ambiente, la política y la sociedad”.
Pupa, originaria del municipio de Córdoba, actualmente radica en el área del bosque de niebla xalapeño, donde ha hallado la tranquilidad ideal para practicar distintos estilos de danza. Quedó para el anecdotario la incertidumbre inicial de no haber sido apoyada por su familia para estudiar arte y empezar tarde en una carrera en la cual, como en cualquier actividad que tenga que ver con lo corporal, aún prevalece la idea de que se debe comenzar cuando se es niño.
Desde pequeña siempre me gustó moverme, bailar, hacer coreografìas, pero no fue una opción este estudio. Provengo de una familia muy convencional. Cuando plantee que quería hacer una carrera de danza no fui apoyada en ese momento. Entré a la carrera de comunicación publicitaria, pero no era lo que quería. Hablé nuevamente con mis padres y aceptaron que estudiara un tiempo danza ‘para que se me quitara la idea“, indicó.
“A los 19 años empezó mi incursión en la danza contemporánea, el ballet, jazz y capoeira regional; después encontré un taller de danza africana de Guinea con el maestro M´Bemba Bangoura, uno de los pilares del movimiento de danza africana en México. Con él conocí la danza tradicional de Guinea y me enamoré. Sentí que era lo mío, que me concentraba, algo que no sucedía en otras disciplinas. Pasé por muchos procesos. Sentí que inicié tarde para como suele suceder con quienes quieren estudiar algún tipo de danza o algo corporal, pero yo entré con todo. Entrenaba todo el día y en las noches hacía estiramientos.
Estaba en clases de todos los estilos. En 2006 viajé a Guinea para estudiar a profundidad esta manifestación. Posteriormente, se volvió parte de mi vida”, dijo emocionada en entrevista.
Pupa declara que la danza la llena, la equilibra, le da libertad y la hace estar en sincronía: “Cuando danzo me transformo. Realmente se reequilibra todo mi ser porque la danza es liberadora y formadora”.
Con respecto a cuáles son las carcaterísticas que destaca de las danzas africanas y afrocubanas, explica que las danzas tradicionales que ha descubierto de estas culturas tienen un contenido fundamental de resistencia, de historia, de lucha de todo un pueblo, de símbolos, de intenciones que le llenan mucho porque no son sólo forma sino que tienen un contenido que les da fundamento, raíz y el compartir en tribu.
“Estas danzas no están diseñadas para hacerse solas; siempre buscamos estar con un círculo de personas que al final acaban siendo tu familia, tu clan, con el cual creas redes de apoyo, de solidaridad, algo que a mí me parece esencial en la vida. Por eso hasta ahora continúo estudiándolas y promoviéndolas, porque creo es algo que debemos seguir cultivando. Seguir tejiendo esta red de apoyo, y más en estos tiempos. Sí es remar contra cultura porque la apuesta no es el individualismo. En estas danzas, la fortaleza es la unión”.
Otro aspecto que celebra de estas danzas es que son incluyentes: “Cualquier persona puede realizarlas. No se necesita tener cierto tipo de cuerpo o cierto tipo de color; no hay un estereotipo de cómo debe ser la bailarina o el bailarín. Estas danzas, además, son intensísimas, te llenan de vitalidad y fuerza, y te crean una capacidad de movimiento muy amplia y diversa”.
Además de ejecutante, desde el año 2010, Pupa Luna empezó a impartir talleres de danza para niños, jóvenes y adultos, porque “hay que pasar el conocimiento para que entonces se cree un círculo dinámico de aprendizaje. Cuando das información, reaprendes. Siempre me ha gustado retransmitir. Recuerdo que desde niña me encantaba jugar a la maestra porque me gusta aportar algo a los demás, eso me complementa, aunque sí hay infinidad de retos, el primero, ser empático y reconocer que hay muchos tipos de personas, cada una con su ritmo, con un proceso, un momento, un día en el cual quizá le sale mejor que otro”.
De su labor como gestora cultural para concretar festivales y seminarios expone las problemáticas estructurales sistémicas que limitan los proyectos: “De entrada nunca hay el suficiente presupuesto, pero hay talento para echar para arriba. Existe gente con propuestas increíbles de danza, música y espectáculo. Hay muchísimas personas que lo dan todo por su arte. Y sí, hay satisfacción, pero no remuneración. Si bien nos encanta generar los encuentros, no estamos en posibilidades de seguir haciéndolo de una forma tan limitado. Pero seguimos y nos mueve la firme convicción de que es necesario que sigan existiendo los espacios de encuentro, de celebración, que también promueven el estudio de las problemáticas del pueblo. Nos parecen fundamentales y en búsqueda de las rutas para que realmente podamos seguir haciéndolos y no terminemos desgastados”.
PROYECTOS
Mujer activa y propositiva, Pupa Luna no para de generar propuestas. Entre sus proyectos a corto y mediano plazo tiene la meta de fundir la serie de disciplinas que ha aprendido para crear narraciones o propuestas que pueda llevar al mayor número de personas, especialmente a los niños. Está interesada en diseñar un proyecto de narración con el cuerpo y la voz para escuelas, sobre todo públicas.
“Lo que vivimos actualmente, quienes más lo van a padecer en el futuro son los niños. Ellos tendrán que salir a la vida a enfrentarse con muchas cosas duras y crueles, entonces quiero, a través del arte, brindar herramientas para generar esperanza y momentos de luz y diversión mediante pequeñas historias. Estoy en proceso de diseñar este nuevo lenguaje en el cual conjuntaré ideas de la danza con raíz africana que he estudiado, así como las danzas del oeste de África, las afrocubanas, la capoeira angola, y también las danzas de estilo Odissi de la India, que son muy narrativas”.
Al pensar en el futuro, Pupa asegura que la danza ya trasciende la escena, porque puede no pararse en un escenario, pero danza en su casa, para ella, y lo siente como una necesidad, como comer o tomar agua. “La danza es un hábito. Mi cuerpo la pide. Aunque se acabara el tiempo de compartir con el público, la danza va a seguir conmigo hasta que se me acabe el tiempo de vida”.